La poesía
ardiente.
No es la de la pasión,
ni la del deseo carnal.
Sino de la destrucción,
y su puro anhelo reflejado
en cada nervio del cuerpo.
En cada rincón de la mente.
En cada sombra de muerte.
Y aun así a veces la vida sabe a poco.
Nunca una muerte fue tan hermosa.
Junto con todo el dolor,
desapareció la malicia de su corazón.
Algunos locos lo llaman amor.
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